domingo

¿Y dónde está el piloto?

desco Opina / 1º de mayo de 2009

A poco menos de la mitad del período de gobierno de Alan García y el partido aprista, nos parece oportuno sumarnos al balance de los llamados mil días. Desde muy temprano se dejó atrás el ofrecimiento del cambio responsable –matiz para atenuar el declarado propósito de continuidad, obligado por la contienda de 2006–, revelándose como únicos indicadores de buen gobierno la estabilidad macroeconómica y el crecimiento del PBI. Con un rumbo de crecimiento definido por el mercado internacional, la conducción económica se dejó en «piloto automático», mientras se pedía paciencia y se explicaba cómo la bonanza se traduciría en beneficios a los postergados una vez que «el modelo» se asentara bien en nuestras tierras.

Para esa «traducción» se ofertaron planes y programas que, a la postre, han decepcionado, cada uno a su manera. Se habló del Plan del Sur, orientado a la zona del país que le dio la espalda a García y al APRA en las urnas. Luego, el entonces premier Del Castillo precisó que se trataba de la Interoceánica Sur y los beneficios de Sierra Exportadora (un programa que depende de la PCM y no del Ministerio de Agricultura). Limitados alcances exhibe también la punta de lanza del desarrollo que proponía la pauta aprista para los pobladores urbanos: Agua para Todos. Huelga mencionar los rotundos fracasos que han sido Tolerancia Cero, FORSUR (Fondo de Reconstrucción del Sur) y la entrega de bonos para la zona del terremoto de Ica. Caracterizados por la ineficiencia y el incumplimiento, se asemejan al más que probable destino de los planes que tocó anunciar al primer ministro Yehude Simon: Plan de lucha contra la pobreza, Plan anticorrupción y Plan Anticrisis. Esto por no mencionar el tercer plan VRAE (Valle de los ríos Apurímac y Ene) en ciernes que por estos días se ofrece, obviando el fracaso de los dos anteriores para enfrentar al narcotráfico y la violencia en esta región del país.

En un reciente artículo tipo «lista de lavandería» el vocero aprista Jorge del Castillo, entre otras cosas, señala que el país creció en estos años de 6,8 % en 2005 a 9,8% el 2008. Cabe preguntarse entonces, ahora que el crecimiento parece estancado según distintas cifras y fuentes y la pobreza crece nuevamente en el país, ¿se puede seguir gobernando en «piloto automático»?, ¿no sería aconsejable enmendar el rumbo y dejar de lado la altanería y soberbia de la teoría del «perro del hortelano»?

El ministro de Economía es enfático en señalar que la proyección inicial del gobierno de reducir la pobreza en el país a 30% hacia el 2011 se mantiene firme pese a la crisis externa. La pregunta es cómo se va a seguir, y cómo se van a alcanzar esas metas si el mismo funcionario reconoce que el nivel de gastos estatales del primer trimestre del año ha estado en solo el 50% de lo previsto. ¿Es la estabilidad macroeconómica lo que debemos seguir privilegiando como el gran objetivo nacional? La realidad demanda otro tipo de respuestas en tiempos de turbulencia, que incluyen mayor eficiencia y eficacia.

La movilización de los pueblos amazónicos, los despedidos de las minas, los trabajadores desempleados del agro costeño, las demandas de las regiones (Ica y los incumplidos ofrecimientos luego del terremoto de 2007, por ejemplo), las movilizaciones de las organizaciones del Vaso de Leche y otras, plantean un escenario que los medios de prensa y televisión de alcance nacional no muestran o disimulan: la persistencia del pedido de cambio de rumbo.

Ante un nuevo aniversario del 1º de mayo, marcado por la preocupación y angustia de los trabajadores ante la crisis, la amenaza de despidos y el corpóreo fantasma de las vacaciones forzadas, urge preguntarse si no es importante encontrar nuevas formas de concertación política que abran la cancha a los gremios y organizaciones populares respecto a la gestión que le resta al gobierno aprista. No parece la mejor receta para el país apelar simplemente al orden y la calma como lo señala el Presidente del Consejo de Ministros, si es que al mismo tiempo no se plantea seriamente tomar medidas para que la crisis económica internacional y sus consecuencias no afecten a los más pobres y desprotegidos, a sus ingresos y los escasos recursos de los trabajadores (como la Compensación por Tiempo de Servicios CTS). Peor aún, si esto se hace en aras de dinamizar el mercado por el mercado. Y claro, por los intereses de los más grandes, cuando las circunstancias internacionales han cambiado, el desgaste político interno es naturalmente mayor y el escenario interno apunta a parecerse más al año 2006, y menos a la quimera ofrecida por Alan García para el 2011.

desco Opina / 1º de mayo 2009
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