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El sonido del silencio

 

Contra toda expectativa Dina Boluarte llegó a su segundo aniversario patrio como presidenta. Sin embargo, su posición como mandataria es de las más débiles en la historia política peruana. Según la encuesta más reciente, del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) ya comentada en este espacio, la presidenta registraba apenas 5% de aprobación en julio del 2024. Apenas 13% de los encuestados está satisfecho con el funcionamiento de la democracia en el país y 53% de encuestados evidencian un apoyo bajo a aquella. Ocho de cada diez creen que sus derechos básicos no están protegidos por el sistema político.

El mensaje de la mandataria en ese escenario, no despertó ni siquiera curiosidad. Más allá de la subordinación del Ejecutivo al Congreso como parte de la coalición autoritario-conservadora que nos gobierna, la desaparición de toda forma efectiva de representación política y la fragmentación y desarticulación social por las que atravesamos, no obstante, los esfuerzos en contrario son parte de la pérdida de significado de la democracia en uno de los países más desconfiados del planeta.

El discurso de Boluarte en el Congreso, además de plagado de mentiras, de infinidad de cifras y compromisos –algunos de ellos grandilocuentes y sin mayor contenido real–optó por jugar al cansancio para asegurarse que nadie lo siguiera con atención. Los escaños vacíos y el sueño de varios de los integrantes de su gabinete fueron la mejor evidencia de su irrelevancia. La extensión del mensaje evidenció la ausencia de iniciativas con sentido, así como el desprecio del gobierno por los cuestionamientos, las preocupaciones y las demandas de la gente. Un ensimismamiento de cinco horas en donde el único horizonte que le interesó a la mandataria fue aplaudir al Congreso ante el que se presentaba para llegar juntos hasta el 2026. Como su cirugía mayor, optó por responsabilizar al gobierno de Castillo de todos los males que dice encontró, obviando que fue su Vicepresidenta e integró su gabinete.

Dentro de las mentiras, algunas de las más notorias fueron su reconocimiento al Congreso por la defensa de la democracia y del Estado de derecho cuando éste fue atacado por los golpistas, es decir por quienes protestaron en distintas regiones, vale decir su reconocimiento a la complicidad de la Avenida Abancay con la represión y la violencia desatadas; su insistencia en que seguimos rumbo a integrar la OCDE son parte de este muestrario, que en este caso obvia la escondida carta de ese organismo que observa la promulgación de la ley que limita la colaboración eficaz, es otro ejemplo. La pobreza de sus anuncios contrastó con el peso de sus silencios y omisiones. Ni una palabra sobre los 49 muertos y los cientos de heridos sobre los que tiene responsabilidad directa su gestión. Ni una línea sobre los casos de corrupción que alcanzan a su gobierno e involucran a su hermano. Mutis total sobre relojes y joyas que la comprometen, sobre el uso de recursos y cargos para la constitución de un movimiento político o sobre su posición frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por señalar simplemente algunos de los más visibles. Ni palabra sobre la condenable postura de sus ministros de Educación y de la Mujer, que poco menos justificaron la violencia sexual contra más de 500 escolares de la comunidad Awajún o sobre la embestida de su ministro del Interior contra la DIVIAC.

Los anuncios más notorios fueron la creación del Ministerio de Infraestructura y el cambio de nombre del Ministerio del Interior. El primero será el ministerio más caro del país, con un presupuesto de más de 17 000 millones de soles que fusionará distintos proyectos, programas y fondos adscritos a ministerios. En nombre de cerrar las brechas existentes, el gobierno creó inicialmente la Autoridad Nacional de Infraestructura y ahora, sin evaluación ni argumento pretende una nueva cartera, dizque sin generar gasto público… y sin afectar al personal de los sectores involucrados, con el riesgo de quitar continuidad a la ejecución de proyectos en marcha y aumentar los peligros de corrupción como se observó en la creación de la Autoridad de Reconstrucción con Cambios, que además no llegó a cumplir las funciones para las que fue creada. El caso del Ministerio del Interior es un engaña muchachos dada la gran deuda de seguridad ciudadana y la ostensible crisis que se observa en la propia PNP que, aunque tiene historia larga, encuentra en el ministro actual un actor privilegiado de su politización e instrumentación en su afán de proteger a la mandataria de las distintas investigaciones que la involucran.

Así las cosas, el escenario de los próximos meses es previsible. Más de lo mismo. Un Congreso manejado por Fuerza Popular y APP interesado en cerrar los ajustes institucionales que tiene pendientes: control de la JNJ y de los organismos electorales, candados para asegurar su impunidad e impedir candidaturas que los incomodan estilo Sagasti, control de las ONG y del mundo de la cooperación y facilitación de las condiciones para las economías ilegales. Boluarte pensando en cómo asegurar su continuidad después de abril 2025 cuando se haga totalmente prescindible para un Congreso que ya no la necesitará y la puede responsabilizar de todo por conveniencia electoral. Sectores empresariales que buscarán asegurar, jugando con todos los actores de la coalición autoritaria conservadora en el gobierno, las leyes de pesca, agricultura, minería y minería artesanal, así como las condiciones tributarias que buscan, para tener las condiciones para un nuevo ciclo del modelo. Muchas de las autoridades regionales y locales negociando el acceso a los recursos anunciados por la mandataria y encontrando formas y caminos para “acordar” su incorporación/vinculación con los “partidos” nacionales. Los más de 30 membretes hasta hoy hábiles para presentar candidatos, encerrados en cubileteos y cálculos menores, atravesados por negociaciones de distinta naturaleza y preocupados por encontrar candidatos atractivos, como si efectivamente creyeran que las elecciones, adelantadas o no, van a ser competitivas.

Cierto, el futuro no es tan plano. Las disputas por el liderazgo en las derechas, incluso en el mismo fujimorismo, ya están abiertas. La preocupación, aunque todavía minoritaria, de sectores empresariales por el peso creciente de las economías delictivas en el poder del Estado, simbolizado por la figura de Salhuana como Presidente del Congreso, no es un dato menor. La preocupación de las FF.AA. por la misma razón y por el ruido político que aún no las alcanza pero que puede hacerlo, sacándolas de su actual zona de confort, es importante. Les inquieta el avance del juicio a Keiko Fujimori, por su impacto en un escenario que quisieran fuera puramente electoral. Además, la conflictividad social que se mantiene inalterablemente alta y que podrá incrementarse con muchas de las medidas anunciadas, les preocupa por su capitalización por un liderazgo extremo.

Las movilizaciones recientes, no obstante su desarticulación y las dificultades para resolver sus desconfianzas y distancias, muestran su persistencia en un escenario en el que predomina una sociedad desformal, a decir de Martuccelli; es decir, uno en el que la vida social es incapaz de ser contenida por las formas y regulaciones existentes, en un contexto en el que coexisten fluidamente vinculados tres capitalismos –formal, informal e ilegal–, en una transición difícil y en un nuevo momento de nuestra historia, que ha abierto una coyuntura larga impredecible que seguramente tendrá tantas alzas como bajas, pero todo indica requiere de la presencia activa de la sociedad si se pretende construir una democracia real.

 

desco Opina – Regional / 2 de agosto de 2024

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