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Los vacadores

 

La vacancia presidencial, alentada de mil maneras por la derecha extrema en el Parlamento, parece al momento poco probable. Sin embargo, no es un escenario fácil de descartar, por más de una razón. La primera de ellas es sin duda, que más allá del rechazo al perfil de Castillo, la oposición no tiene una agenda que haga contrapeso a las (muy) pocas iniciativas del gobierno. Sin ideas que confrontar o propuestas para convocar la atención de la ciudadanía, se aferran a la vacancia como única identidad. Al mismo tiempo, como en un consenso mentiroso, tenemos la aprobación casi unánime del Presupuesto de la República para el año fiscal 2022.

Otro factor que alimenta el escenario de vacancia se relaciona con la legitimidad social del gobierno, que en un régimen presidencialista como el nuestro, depende casi por entero de la performance del mandatario. Y sin haber cumplido un semestre en el cargo, las muestras de impericia de Castillo han pasado de generar preocupación a provocar decepción o directamente rechazo, aunque con importantes matices de acuerdo a las regiones. Esa justificada sensación –que ya aparece en las mediciones de opinión– puede terminar en verdadero desinterés por la suerte del Presidente, dejando un mayor margen de maniobra a los vacadores, al eliminar de sus cálculos la probabilidad de una movilización que frene sus avances.

Por otro lado, los intentos de agitar la calle en favor de la salida de Castillo se presentan más bien como caricaturas de mal gusto, en medio de la desazón de las mayorías. Poco efecto tiene al respecto el esfuerzo que despliega buena parte de la prensa escrita, la radio, la televisión y las campañas en redes sociales, atosigadas de noticias distorsionadas, cuando no falsas, y dirigidas a acosar a un gobierno mediocre como el que soportamos.

Es necesario recordar que la motivación de la vacancia presidencial no se agota en el trasnochado macartismo ultraconservador que inventa comunistas odiadores y senderistas dispuestos a tomar el poder. Ese discurso es más bien un mecanismo para generar zozobra y disfrazar el desprecio hacia una democracia que ha hecho posible la elección de un político como Castillo. Poco les importa lo que diga el Tribunal Constitucional y conspiran a diario, alentando la violencia callejera porque temen perder el manejo del país. Sueñan con un gobierno a la derecha de lo que fue el efímero momento de Merino, mientras miran con admiración a personajes como Trump o Bolsonaro. En el fondo, añoran el estilo de gobierno represor de los tiempos de las haciendas de sus abuelos. Por eso es mayor aún la responsabilidad del presidente Castillo que, al momento, no parece reunir las condiciones para responder al reto de gobernar un país aquejado por la pandemia, la crisis económica y la negligencia política.

 

desco Opina / 3 de diciembre de 2021

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