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La distancia que los separa



Cuatro encuestas de intención de voto después, la carrera a la Presidencia sigue muy pareja. Antes del 10 de abril, varias encuestadoras difundieron que PPK sería el único que podría ganarle en segunda a Fujimori, aunque por ajustado margen. Esto pudo haberle jugado a favor al candidato de Peruanos por el Kambio, al capitalizar algo del voto antifujimorista que sucumbió a la campaña de miedo que se armó contra Mendoza, una de las operaciones de desprestigio más viles que hemos visto en los últimos años. No obstante, PPK tiene más trabajo del que parece querer asumir, si es que quiere ganar.
Un análisis distrital de los resultados de primera vuelta muestra que Fujimori ganó en 1024 distritos, Mendoza en 628 y PPK solo en 46, es decir, ganó solo en menos de 3% de distritos del país. Resulta evidente que Mendoza tenía mayores bases para oponerse con firmeza, en el discurso y en los actos, a Fujimori. Ante este escenario, es evidente que Kuczynski tiene que dar señales a quienes no votaron por él, sobre todo en el sur andino: una especie de «Hoja de ruta social» para el Sur. Pero al candidato incluso la palabra «social» se le escucha poco, como si además del manejo económico todo fuera ilusión. Incluso en sus intentos de marcar distancia de Fujimori, habla de autoritarismo y «mucha corrupción», de manera poco específica, distante, como si fuera una variable más en un modelo de un país hipotético.  
PPK no puede asumir la pasividad de quienes, opinando desde nuestra derecha política, a veces liberal, pueden darse el lujo de respirar aliviados ante el tercer lugar de Verónika Mendoza. Para ellos, la elección ya terminó y el país se «salvó». Por eso es que a poco de terminar de contar los votos, y hasta el día de hoy, enjambres de periodistas rodean a Verónika Mendoza por su posición y la interpelan sobre diversos temas, como si siguiera en campaña, en un intento torpe por minimizar su influencia en el escenario nacional. Kuczynzki tiene que explotar los espacios que lo diferencian de Keiko Fujimori, que al declarar por fuera del rígido guión que siempre la acompaña, se entrampa y deja muchos flancos abiertos para la crítica. Como señala un comentarista acertadamente, es tiempo de que PPK se «ponga el alma».
Las zonas rurales del centro y el sur podrían inclinar la balanza. Las ciudades del sur han sido históricamente antifujimoristas y algunas zonas rurales hace tiempo le son esquivas. No obstante, no se trata de un antifujimorismo tan ‘duro’ como el de las zonas urbanas y distritos rurales donde ganó Mendoza que podrían ir hacia Fujimori si PPK no es asertivo en su mensaje de inclusión, en favor de las actividades como la agropecuaria y el comercio, que dan sustento a millones de compatriotas por encima de los 2500 metros de altura. Si se trata de un tipo de electorado más «pragmático», depende también de quién llegue primero con un discurso de esas características y quién suene más convincente. Y aunque la oposición a Fujimori sea ligera, no es el mismo «antifujimorismo light» de algunos distritos de Lima a los que no les incomoda tanto el autoritarismo. Demostración de que el mismo resultado (el voto por Fujimori) puede tener puntos de partida muy distintos, como si hiciera falta demostrar todavía que la gente no vota en masa por ‘ideología’ o a favor o en contra del ‘modelo’.
Por lo pronto, PPK se ha reunido con familiares de víctimas del terrorismo en Ayacucho, cosa que Fujimori probablemente no esté dispuesta a hacer. Mientras tanto, Keiko sigue recorriendo el país con un discurso inflamado, aunque con poca sustancia. Entre lo que ha trascendido como propuesta está la pésima idea de volver al régimen 24x24 para la policía y la apropiación del tema de la renegociación de los contratos del gas, este último levantado por el Frente Amplio (FA) y Acción Popular (AP). Un gesto de la mayor importancia y que nos habla de lo que se podría venir es que, al parecer, la bancada fujimorista ya ha empezado a ejercer presión en el TC para anular la condena de 25 años a Alberto Fujimori con el poder que creen les otorga su nueva mayoría.  
Falta mucha tela por cortar y quien titubea pierde. PPK parece atenazado por momentos entre los consejos de quienes no quieren que recuerde siquiera que el Frente Amplio tiene tantos escaños como su partido en el Congreso. La excusa es la gobernabilidad que podría perder al antagonizar al Fujimorismo. Pero antes de eso hay que ganar, y para hacerlo hay que marcar distancia de su opositora y acercarse a los electores que vieron en el FA una opción de cambio. Esto debe ser claro para capitalizar tanto el antifujimorismo duro como el light cuando se vea cara a cara con su contrincante en el debate, programado para el 29 de mayo. Al parecer, este es el espacio ideal para hacer que Fujimori responda espontáneamente y por tanto corra mayor riesgo de equivocarse. Para ella, volver a otro papel, como el «compromiso» que firmó en cámaras en el debate de primera vuelta, ya es un recurso manido y por tanto inútil. Tanto su padre como el mismo Ollanta Humala ya nos mintieron ante cámaras, de manera muy convincente.
Una reflexión final sobre el rol de la izquierda más allá de la segunda vuelta: es altamente probable que los próximos cinco años sean una suerte de «travesía en el desierto», en la cual deberá luchar por sobrevivir y expandirse de manera orgánica. Para ella, el triunfo de uno u otro candidato de esta derecha que ha pasado a la segunda vuelta, no es indiferente; enfrentar al fujimorismo, con una abrumadora mayoría congresal, innegable presencia social y fuertes tendencias autoritarias, no es lo mismo que hacerlo con PPK, con una bancada minoritaria y con una débil presencia social.

desco Opina / 25 de abril de 2016 
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