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Ancash y la descentralización



La derecha mediática y empresarial del país, osa ofrecer una lectura plagada de mentiras sobre lo que ocurre en el gobierno regional de Áncash. Obviamente, no vamos a discutir las responsabilidades penales, si las hubiere, del presidente regional César Álvarez ni de las personas actualmente encauzadas por la vía judicial.   
¿Cómo es que, repentinamente, la posible corrupción y utilización de sicarios para asesinar rivales políticos en esa región, se han convertido para estas derechas en  factores de preocupación? Para empezar, recordemos que el actual proceso de descentralización se enrumba a cumplir trece años, con aciertos, tropiezos y enormes zancadillas auspiciadas desde el Ejecutivo que, en su momento, a los que ahora claman intervenciones e, incluso, detener el proceso jamás se les escuchó una opinión –ni a favor ni en contra–, sencillamente porque la descentralización no pasaba por el horizonte de sus intereses.
Sin embargo, resulta que la desaceleración de la economía peruana ha tenido como virtud evidenciar a las regiones –unas más que otras– como nichos de inmensa oportunidad para invertir y seguir obteniendo utilidades. Sin duda, Áncash es una de ellas, como bien lo pone a la luz el INCORE2014 –ranking de competitividad que elabora el IPE– donde el potencial de Áncash para los buenos negocios –ubicándose en el justo puesto promedio de 12, entre 24 regiones– se ve enturbiado por una bajísima performance en el rubro instituciones, ubicándose en el puesto 20.
Si creemos que este resultado se debe a una importante percepción de corrupción en la gestión de dicha región, vamos a estar muy equivocados. Áncash, aparece en el puesto 9 en el ranking nacional y los problemas más graves que registra son inseguridad, conflictos sociales y criminalidad, por un lado, y baja ejecución de inversión pública, por otro lado.
En otras palabras, como señaló Juan Arroyo, de Centrum-Católica, la inseguridad ciudadana no es un problema de falta de policías, sino de un «clima nacional que es permisivo a todo lo que es falta», lo que se ve en el incremento de la extorsión y el sicariato, formas típicas que padecieron Colombia y México. “El empresario está ante un Estado muy avieso (torcido y fuera de regla), capaz de hacer arreglos bajo de la mesa, y un país donde no hay seguridad”. En suma, está en juego el costo que acarrea la extendida informalidad e ilegalidad que prima en el país, más aún cuando llega a dificultar en alto grado los objetivos de los negocios. 
Rasgarse las vestiduras por la corrupción local, explicada además por «la mezcla de precariedad institucional con presupuestos elevados» producto del canon, es esconder adrede el hecho de que la corrupción es percibida como un cáncer generalizado en todas y cada una de las partes del Estado. De la misma manera, también es mentira aseverar que la corrupción es apalancada única y exclusivamente por el canon minero.
Según la percepción ciudadana, consignada por la encuesta anticorrupción de Proética 2012, más corruptibles son los jueces, los policías y los funcionarios de las municipalidades que los funcionarios regionales. Según la misma encuesta, Áncash es considerada la octava región percibida como la más corrupta, donde las menos corruptas eran Arequipa, Tacna, Madre de Dios, Lima región, Loreto, San Martín y Amazonas.
Tales resultados muestran la total inconsistencia de la asociación entre corrupción, sicariato y mal gobierno. Algunas de las más corruptas, no reciben canon y algunas de las menos corruptas sí lo reciben.
Ucayali, un escenario de posibles crímenes políticos y vinculación con el narcotráfico aparece, en efecto, como un territorio bastante corrupto, pero una región como Amazonas, donde se asesinó al vice-presidente regional, aparece como la región menos corrupta del país. Madre de Dios, cruzada por complejos problemas de informalidad e ilegalidad, también está considerada entre las menos corruptas por sus habitantes.     
La generalización interesada de lo que ocurre en Áncash no resiste el mínimo análisis. Al respecto, la derecha podría actuar políticamente por única vez y sincerar sus posiciones:no quiere la descentralización porque cree que la mejor gestión es la centralizada y vertical.
Sin embargo, prefiere sentencias sinuosas y poco felices como la expresada por el director de un diario nacional: «¿Se imaginan si se aplica la lupa de la opinión pública con la misma intensidad en las otras 23 regiones lo que se podría encontrar? En realidad, es aterrador cómo el manejo político en las regiones se ha degenerado, muchas se han convertido en un antro de criminales y el Estado ha demostrado que no tiene capacidad alguna para enfrentarlos». Lamentablemente, olvida que en todas partes están cociéndose habas como, por ejemplo, los ahora interesadamente olvidados narco-indultos presidenciales.


desco Opina / 23 de mayo de 2014 
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